14 de noviembre de 2006

“Síndrome Wall Street”

“No todo lo que es importante puede contarse y no todo lo que puede contarse es importante” (Albert Einstein)

Podemos estar posesionados por el “Síndrome Wall Street” y no darnos cuenta.

Robert Salmon, un ex ejecutivo de primera línea de Avon lo define con las palabras exactas: “Es una focalización sobre parámetro puramente cuantitativos que impide ver todos los elementos de apreciación intangibles que se deben tener en cuenta”.

El exceso de cuantificación tiene que ver con procesos psicológicos de control, retención, sostenimiento, etc
Y el control tiene cada vez que ver menos con los tiempos posmodernos, donde en el mismo momento de cuantificar una experiencia o un fenómeno, este ya ha mutado hacia una nueva estructuración u otro fenómeno que lo ha reemplazado transformándolo en absolutamente perimido.

La cuantificación de verdadera utilidad es hoy día el número de innovaciones y las nuevas experiencias al cliente.

La cuantificación tiene una estrecha relación con el mundo de los números. Y el mundo de los números tiende a ser cada día más irrelevante en determinadas situaciones, muy específicas, del mundo corporativo. Obviamente que no desconocemos su valor de apreciación general.
El número en sí mismo refiere una experiencia fría, sin la singularidad que se exige para el consumidor que todo lo quiere personalizar, que exige que cada experiencia sea única, que busca la diferenciación continua.

La frialdad de los números comenzará a ser evitada por Nokia, empresa que anunció que los teléfonos móviles ahora llevaran un nombre identificatorio dejando atrás los números como marca. Compañías como Motorola y LG han estado lanzando al mercado teléfonos con nombres como RAZR, SLVR, Chocolate, etc, que por estos años son teléfonos con mucho éxito en el mercado. La apreciación de valor es verdaderamente diferente entre un número-marca y entre un texto-marca.

Volviendo al tema principal, en todo caso la evolución de los números cuantificadores de los balances han ido mutando hacia una cuantificación de los activos intangibles de las compañías. En este punto la compañía nórdica Skandia ha sido pionera hace ya unos cuantos años, quince exactamente, comenzando a valorar más que números: capital del cliente, de las innovaciones, de los procesos, etc. Comenzaron a medir capital intelectual.

Dice Robert: “hoy en día las ideas, los inventos, las innovaciones y las imitaciones se suceden sin cesar. Las nuevas tecnologías se convierten inmediatamente en productos de éxito. El plazo de las nuevas patentes se ha acortado, porque los ciclos de vida de los productos son más breves y las preferencias de los consumidores van más a prisa”.

¿Vale cuantificar dentro de esa dinámica? ¿Qué cuantificar? ¿Cuánto cuantificar? ¿Cuánto presupuesto disponer para esas tareas de control? ¿Cuándo hacerlo?

Pregunto: ¿estamos dentro del “Síndrome Wall Street”?.

No espero nada , todo se presenta sin preguntar.

En mi blog encontrarán artículos que me parecen muy interesantes sobre diferentes tematicas.
Dichos artículos serán extraídos de la web o por aportes de los lectores.


Es un blog abierto
GR