A principios de año un medio de comunicación rumoreó que Fidel Castro se encontraba en España en el Hospital Gregorio Marañón siguiendo un tratamiento médico, indicado por el doctor español García Sabrido. Poco después, un portal de Internet echaba por tierra la honradez de la candidata socialista francesa a la presidencia de la república, Ségolène Royal, por evasión de impuestos. Ambos hechos, que prometían ser bombas informativas, nunca fueron confirmados, ni mucho menos contrastados, y hasta ahora sólo han servido para alimentar el morbo informativo y para expandir todo tipo de conjeturas.
A menor escala, en nuestras organizaciones estamos constantemente rodeados de este tipo de información sin darnos cuenta. Cada día alguien nos comenta lo que le ha ocurrido al hijo de un compañero, o anuncia en los pasillos, con tono de misterio, los nombres de la lista del próximo ERE. Informaciones que inevitablemente surgen a lo largo del día y que tienen como origen, en la mayoría de los casos, una máquina de café.
Erradicar estas ‘perlas’ informativas sería un acto iluso, porque son parte de la naturaleza humana. Sin embargo, su objetivo es pernicioso para la salud de nuestra empresa porque sólo buscan el morbo, la intriga de medio pelo y la incertidumbre.
Los problemas de estas informaciones surgen en el momento que superan en número a las informaciones reales y se convierten en información ‘oficial’; y cuando los responsables de resguardarlas, por miedo o por idiotez, en vez de transmitirlas por los canales formales: reuniones, comunicados, newsletter, boletines, tablón de anuncios, etc., filtran parcialmente sus contenidos, convirtiéndolas, inevitablemente, en rumores.
Los expertos en “comunicación de crisis” indican que es casi imposible frenar el paso de un rumor en la organización una vez que se ha difundido, y la alternativa que existe para minimizar sus efectos suele ser que los máximos responsables de la empresa salgan al paso, aclarando cualquier duda o reconduciendo el sentido de lo ‘informado’.
Sin embargo, una vez que el rumor se ha difundido, poco importa de dónde ha salido porque las consecuencias perjudican rápidamente la confianza de la gente, la credibilidad de los jefes y el clima de la organización. Claramente objetivos contrarios a los que buscamos como directivos y responsables de la gestión de las personas en nuestras organizaciones; va contra la naturaleza de nuestro trabajo y en claro desmedro de nuestra calidad como profesionales.
Dar eco a estas informaciones es el primer paso para destruir los valores de la organización o cualquier estrategia de comunicación. La responsabilidad ética de diferenciar entre lo que es un rumor y lo que es una información real, es tanto de nosotros como de los mandos intermedios y directivos, porque junto a los responsables de RRHH son los responsables de salvaguardar la integridad de la información que damos.
Aunque hay que considerar que si existe un rumor es porque algo está ocurriendo, algo está pasando o alguien quiere provocar con ello una insana intención o un libelo. Generalmente esto tiene relación con objetivos ocultos o con intereses personales que impulsan la salida de información a través del boca a boca, buscando un objetivo que a simple vista no se puede ver; como ocurre en el caso de quienes pretenden desarrollar su negocio desde la estrategia basada en el enfrentamiento contra una persona que les resulta un obstáculo por su autoridad y su reputación alcanzada en el sector.
Lo más fácil es lanzar la idea y que ‘otros’ la desarrollen y planeen su final, logrando crear una espiral de despropósitos que sólo provocan confusión. Y eso lo sabemos muy bien como medio de comunicación porque es nuestra responsabilidad informativa saber dónde están los límites de la ética en este sentido.
Nuestra ética periodística nos obliga a enfrentarnos a un rumor desde la desconfianza y a confirmar, mediante fuentes y datos cuantificables, la veracidad de él. Y es así como trabajan los verdaderos medios de comunicación, porque los hechos que desencadenan las noticias surgen a partir de la investigación y de la necesidad de sacar a la luz hechos verdaderos, o bien de ratificar o desmentir informaciones que se dan en ‘off the record’. Es la responsabilidad ética que asumimos en el momento en que nos determinamos como Grupo de Comunicación, si no, nos pasaríamos al bando del “periodismo rosa”, ese que ameniza la vida de los españoles con tintes de desgracias ajenas y vidas paralelas que, con buena o mala fortuna, saltan a la ‘fama’.
Una de las normas básicas del trabajo de un medio de comunicación, pretenda o no ser periódico, y el de los profesionales que nos dedicamos al periodismo es no dar eco jamás a las informaciones basadas en difamaciones, injurias, calumnias o rumores malintencionados; y en el caso de tomarlas en cuenta, tenemos la obligación de ‘tirar del hilo’ para ver qué se oculta tras ellas. Asimismo, antes de darlas a conocer, debemos explicar, contrastar y aportar con argumentaciones los datos que respalden nuestra ‘denuncia’, incluso acudiendo al posible calumniado en primer lugar. Quienes omiten este punto, están faltando a su propia integridad profesional y personal, o quizá no les quede otra cosa de la cual malvivir, ahora que después de seis meses parece que ha pasado de moda su apelativo de “digital”.
Los rumores, los chivatazos o los comentarios de pasillo son parte de la cultura universal, están en nuestra empresa, en nuestra familia, en el metro, en la calle, en todos los sitios, pero no nos podemos dejar llevar por ellos. Controlar su impacto, prever su dirección e intuir que tras ellos no hay nada bueno, nos permitirá seguir trabajando con independencia y sobre todo, nos permitirá mantener nuestra credibilidad, más, si cuando hablamos o decimos algo, lo hacemos desde las tribunas adecuadas.
En nuestro caso, como Grupo de Comunicación especializado en la función de Recursos Humanos y desde nuestros medios, www.rrhhmagazine.com , www.fororh.com y www.aprenderh.com , lo tenemos claro, por ello, nos hacemos responsables de lo que decimos y de lo que queremos transmitir. Cada nota, editorial o noticia que firmamos lo hacemos con nuestros nombres o el de la fuente que nos proporciona el conocimiento o la información y dejamos nuestros correos, foros y teléfonos, abiertos, para que quienes deseen debatir o comentar lo leído, lo hagan, desde la completa libertad y el respeto que se merecen.
El boca a boca, en manos de un plumilla anónimo con su boca negra, se inspire o no en una pretendida “marca propia” de la mano de un seudo medio de comunicación en blanco o de color sepia, digital y pretendidamente especializado en RRHH, pretende aguantar en el mercado entregado en cuerpo y alma al cultivo de la ‘rumorología rosa del atropello’; tal vez por ello, no negaremos que son una parte importante de nuestra sociedad ya que la basura forma parte indisoluble de nuestras vidas.
Del papel han surgido las mejores novelas, cuentos, historias de suspense, etc. y es normal que tras ella, nos sintamos más seguros y resguardados para dar vía libre a nuestros deseos más ocultos. Sin embargo, cuando trabajamos para, desde y con la comunicación, con personas y con sus emociones, ya no podemos inventar historias, ni ocultarnos, ni menos, difamar, injuriar y/o calumniar al azar utilizando para ello el valor de las páginas web.
Dejemos a los protagonistas del papel ‘couchè’ de los Recursos Humanos ocultarse tras su pretendido medio, que distorsionen su voz y que cambien de identidad para que se sientan de este modo más libres de cumplir su rol ‘mesiánico’ de revelar las informaciones rosas del mundo en el que vivimos; pero no caigamos los profesionales de Recursos Humanos en el error de seguir sus pasos, ni menos, en nuestras organizaciones de dejar libres a quienes lanzan noticias al vuelo, con la sola intención de ‘perjudicar’.
Dejemos de lado a los que aún dicen que Elvis está vivo porque lo vieron cantar en una playa de Benidorm, y centrémonos en lo que de verdad importa, en la información directa y real, con autor y con fuente, que es lo que nos hace más personas y más profesionales y no apesta.
Ah, por cierto, la difamación, las injurias y las calumnias, además de rumores, constituyen figuras tipificadas en nuestro código penal como faltas y/o delitos. Cuando alguien les interponga la correspondiente demanda y los jueces la admitan a trámite veremos qué cuerpo se le queda a estos bocas-negras, quiénes son sus confidentes y dónde están las pruebas de su libelo. Saludos cordiales, |
20 de febrero de 2007
La “prensa rosa” de los Recursos Humanos o el libelo contra los profesionales del sector
No espero nada , todo se presenta sin preguntar.
En mi blog encontrarán artículos que me parecen muy interesantes sobre diferentes tematicas.
Dichos artículos serán extraídos de la web o por aportes de los lectores.
Es un blog abierto
GR
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